jueves, 2 de agosto de 2012

Sigue Tocando - Capítulo 1


Capítulo 1

Se sentía cansado pero aún así abrió los ojos y miró a su alrededor lentamente para no ver más que una manta de oscuridad, a lo lejos parecía oírse una tenue melodía de violín, débil y melancólica, igual que él. Estaba agotado, cerró los ojos de nuevo dejando que la oscuridad que lo envolvía se lo tragara y le calmara aquel dolor ardiente en el pecho.

Abrió los ojos y por primera vez en lo que parecía una eternidad vio en donde se encontraba, estaba tumbado sobre el suelo, en la oscuridad podía distinguir apenas la silueta de cuanto le rodeaba. Intentó incorporarse pero le resultaba imposible, su cuerpo se resistía a moverse, como si estuviera agotado pese a pasarse durmiendo la mayor parte del tiempo. Respiró hondo y se rindió a mantenerse en esa incómoda postura y tener esa sensación de debilidad... esa soledad.

Cerró los ojos un instante y comenzó a oír una canción que conocía bien, pero lo que le llenó el pecho con un calor que llevaba tiempo sin sentir fue aquella voz de ángel. Abrió los ojos de par en par buscando de donde podía venir aquella dulce melodía, a su derecha vio una luz que desapareció para mostrarle la imagen de su hermana, seguía oyendo la música aunque la voz no salía de ella pero no le importaba, lo que realmente le importaba era que estaba con él otra vez. No se había dado cuenta de todo lo que la echaba de menos.

- Marta... - consiguió decir cuando por fin encontró su voz, aunque apenas se reconocía en ella. Su hermana le sonrió dulcemente y se aferró a los barrotes de su prisión con lágrimas en los ojos - ¿Dónde estabas? - intentó incorporarse e ir con ella pero seguía sin fuerzas.

Ella siguió mirándolo con la misma expresión triste y pronunció “Martín” como un sollozo más que como una palabra.

- Te echaba de menos – le dijo él.

- Somos una nana, una eterna canción – comenzó ella, mientras la canción sonaba a lo lejos – Tomados como prisioneros a un lugar donde pertenecemos.

Martín presenció boquiabierto como los barrotes a los que se aferraba su hermana empezaban a desparecer junto al resto de la barrera que los separaba. Era la primera vez que se habían separado en sus vidas y ni siquiera sabía porqué. ¿Qué hacía él allí y dónde había estado ella?¿De qué estaba hablando? Quiso preguntárselo pero por alguna razón su voz se había perdido de nuevo, como si la única digna de resonar en aquellas paredes fuera la de su hermana.

- Si la canción se detiene no despertaré, oh no – se iba acercando a gatas, lentamente, como si le doliera cada paso, aquella cara tan parecida a la suya, aunque más hermosa, distorsionada por la tristeza – Sin nosotros no soy nadie, mi alma se hincha y duele.

No soportaba verla con semejante dolor, intentó acercarse a ella otra vez pero lo único que consiguió fue apoyarse con un codo en el suelo y extender el otro brazo hacia ella, pero aún así no conseguía alcanzarla y ella se había detenido con la mano extendida hacia él. Las yemas de sus dedos a escasos centímetros, pero los suficientes para no conseguirlo.

- Si guías a la banda, entonces tendré que seguirte. No hay salida para mí...

Algo se retorció en su pecho, ¿por qué tenía la horrible sensación de que su hermana estaba hablando de muerte, de su muerte? No, no podía ser... ella no podía morir, no podía vivir sin ella. Vio horrorizado como Marta empezaba a desvanecerse.

- Sigue tocando... - fue lo último que le dijo antes de desparecer por completo.

- ¡NO! ¡N-! - sintió aquel dolor abrasador en el pecho de nuevo - ¡MARTA! ¡NO TE VAYAS! - dio con la espalda en el suelo otra vez y la oscuridad lo llevó.


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